PRÓLOGO. (Primer extracto)
La verdad es que soy un ferviente pesimista, que solo cree en la pasión y en la locura, la gente no cambia, el amor no es eterno y por sobre todo, no es real.
Todo se acaba, lo único que dura para siempre es la muerte, eso me tomó mucho tiempo aprenderlo, entenderlo y digerirlo, allí estoy parado en medio de una calle, está lloviendo, llevo puesto una pesada chaqueta de cuero que me dificulta moverme, camino lento y mis pasos son torpes, mi mirada no está enfocada en nada en particular, mis manos están relajadas, mi boca abierta, y mi corazón no late.
Realmente lo formal sería presentarme, explicar la situación, nivelarlos a mi realidad para que sus mentes abiertas a esta historia entiendan todo lo que tuve que pasar, para que sus ojos puedan procesar estas palabras, pero la verdad es que yo nunca fui formal.
De cualquier forma escribo este diario, esta novela o historia (no me importa como lo llamen) para decirles que no saben nada, su realidad no es la realidad, y que su mundo se ve limitado por el mío, todo lo que conocen es un mero reflejo, una burda y ridícula imitación de mi mundo.
Yo era como todos, pensé que entendía bastante bien donde estaba parado, quien era y que debía hacer, estaba estudiando, me llevaba bien con todos, tenía varios amigos y aspiraba hacer distintos proyectos a lo largo de mi vida. Siempre intentaba mostrarme alegre al mundo, sin dejarme a un lado a mí mismo, intentaba hacer a la gente feliz.
Lo único que me limitaba a hacer más era mi corazón, no en el sentido metafórico, sino literalmente, tenía una deficiencia cardiaca la cual los doctores no me pudieron decir que era exactamente, pero lo que pudieron hacer era recetarme pastillas, las pastillas ayudaban pero no acababan con el problema, de vez en cuando me daban fuertes palpitaciones, que en el peor de los casos no me dejaban respirar.
Con el pasar del tiempo esta condición fue empeorando, pero me mantenía firme ante esta desventaja, intentaba que no me afectara mucho, pero mis acciones solo afectaban hasta cierto punto.
Un día después de una fiesta, estaba caminando por una calle oscura y de la nada escuché un grito, mi corazón se acelero, eran los gritos de una mujer, fui corriendo a ver qué pasaba, y me encontré en frente de un callejón sin salida, al final estaba una mujer sangrando y gritando por ayuda, mientras al frente de ella yacía un hombre alto, con varios tatuajes, una chaqueta corta de cuero y los brazos descubiertos, este hombre tenía un ensangrentado cuchillo en su mano derecha, yo estaba impactado, en shock, no me podía mover, apenas podía respirar, nunca había visto una escena así en la realidad y no tenía idea cómo reaccionar.
Antes de que pudiera hacer algo, el hombre se dio vuelta y me miro, tenía una sonrisa en el rostro de oreja a oreja, y sus ojos estaban dilatados completamente, estaba babeando, pero lo que más me asqueo fue la imagen en sí, el hombre estaba totalmente excitado, con una enorme mancha en el pantalón, no sabía que había sucedido, pero lo que le haya hecho a la mujer lo hiso gozar de forma desenfrenada, y yo estaba allí, mirando a una mujer muriendo y a un hombre en medio del camino, sonriéndome, como si me quisiera matar, con ojos diciéndome: “tú eres el siguiente”.
Rápidamente él corrió hacia mí, cuando estaba muy cerca logré reaccionar, empujarlo e intentar huir, pero él era rápido, logró alcanzarme, agarrarme de mi hombro y con una gran fuerza lanzarme contra una pared, yo estaba desesperado, me esperaba lo peor, luego el hombre me golpeó el estómago seguido por otro golpe en el rostro, yo caí al suelo casi inconsciente, el hombre se colocó encima de mí, yo podía sentir como su baba caía en mi rostro lentamente, él estaba gozando este momento, el poder, el gozaba mi debilidad, y luego lo sentí, el cuchillo entrando a mi cuerpo lenta y dolorosamente por mi pecho, sentía el frío metal cortar todo a su paso, mientras mi sangre brotaba, mi corazón explotaba, y mi vida se iba desvaneciendo lentamente.
Mis ojos estaban posados en la mujer, fue en ese momento cuando noté que ella ya había dejado de gritar, estaba muerta, luego noté que también estaba embarazada, esa fue la última imagen que tuve de este mundo, un hombre sediento de muerte, una mujer embarazada muerta y yo, simplemente dejando de existir.
Bueno caballeros, esa es mi vida, ya se las he contado, ¿es que acaso no están satisfechos?, ¿Qué pasó con sus carpe diem, con sus “aprovecha el momento”, sus “sólo se vive una vez”?, pues eso no es más que palabrería, el mundo es un lugar cruel y frio, la última imagen que tuve de su mundo no fue un momento kodak, nadie podría decirme en ese momento “carpe diem”, pero lo que sí me pudieron haber dicho era “ama tu destino”.
El amor fati, amor al destino, la ideología de Nietzsche, un filósofo casi tan pesimista como yo, el único hombre que en la actualidad me podría comprender, pero lo único que nos separa, es la muerte, o más bien, la existencia.
Cuando abrí los ojos ya no estaba en tu mundo, estaba en otro lugar, rodeado de árboles y oscuridad, sentía la humedad en el aire, un aire espeso y desesperante, estaba asustado, luego recordé lo sucedido, enseguida miré mi pecho para ver la herida mortal, pero en vez de eso tan solo encontré una cicatriz, ¿es que alguien me había salvado?, pero ¿Cómo?, estaba seguro que había muerto, y de haber sido revivido ¿no debería haber despertado en un hospital?, tenía muchas preguntas en mi cabeza.
Mientras me miraba la cicatriz en mi pecho noté mis manos ensangrentadas, mi ropa manchada de rojo, no había sido un sueño, era real, yo había muerto.
Capítulo I
Bienvenidos a mí mundo
Me sentía cansado, sentía mi estómago retorciéndose, sentía mis pulmones tomar aire cuando respiraba, sentía las gotas de sudor y lágrimas correr por mi rostro, sentía la sangre en mis manos y la ropa que tenía puesta estaba pesada, no solo sentía mi cuerpo, sino también el ambiente del bosque, sentía curiosidad, miedo, temor, sentía todo lo que es humanamente sentir, pero por más que trataba no lograba sentir las palpitaciones de mi corazón, a decir verdad, no sentía mi corazón en absoluto.
Caí rendido al suelo, vomité un par de veces y luego con un poco de esfuerzo pude sentarme en una raíz que sobresalía del suelo, mis manos comenzaron a temblar, una sensación de escalofrió recorrió mi espalda, lentamente una sensación de frio comenzó a apoderarse de mi cuerpo, tenía que salir de allí, quería volver a mi casa, a mi familia, a mi vida, todo esto era como un mal sueño y lo único que quería era despertar.
Pero estaba despierto, y todo lo que había pasado hasta el momento era bastante real. Al pasar unas horas pude levantarme y comenzar a caminar, no sabía hacia donde iba, ni sabía dónde iba a llegar, pero debía seguir, tenía que hacerlo, mis pasos eran lentos, temblorosos y dudosos, no quería tropezarme y caer en suelo hecho de tierra mojada.
Luego de una larga caminata logré divisar a lo lejos una silueta, no quería pensar que podía ser una persona, no quería darme esperanzas, no me quería decepcionar, pero seguí caminando, a medida que avanzaba la oscuridad iba aumentando, casi como si fuera un ser viviente, se iba escurriendo entre la maleza, entre los árboles y plantas, como si se los comiera, los consumía y crecía.
Nunca había estado en un lugar tan sombrío, no pasó mucho hasta que la oscuridad tapó completamente mis piernas, como si fuera algún tipo de niebla espesa, se veía como una mancha de tinta en el agua, o un charco de sangre seca.
A medida que me acercaba, la silueta se iba formando cada vez más, se transformaba lentamente en un hombre, pero este hombre estaba rodeado de oscuridad, a medida que avanzaba la oscuridad seguía consumiendo y creciendo, la silueta se hacía oscura y potente, fue cuando la oscuridad llegaba a mi pecho y había consumido casi todo mi cuerpo cuando logre divisarlos, un par de ojos rojos, mirándome fijamente, por un momento me detuve, recordé la última vez que alguien me había mirado a los ojos, comencé a sentir un dolor en el pecho, donde solía latir mi corazón.
De pronto una luz cegadora apareció, la oscuridad se desvaneció, y podía ver al hombre, era un viejo, pálido y alto, con un traje antiguo pero elegante, manos de dedos largos y delgados, como manos de pianista, sus ojos seguían siendo grandes y rojos, penetrantes, y en sus arrugadas manos sostenía una vela, la causante de una brillante luz, una llama de fuego que no se movía, se mantenía inmóvil, como si no existiera el viento en ese bosque.
El rostro del viejo estaba arrugado, y no movía ningún músculo, me empecé a poner más nervioso tras cada segundo que pasaba, miré a mí alrededor y noté que la oscuridad seguía existiendo en los alrededores, pero que la luz me protegía de ella.
Sin previo aviso el viejo me dio la espalda, fue en ese momento cuando noté su pelo blanco, desgastado, pero firme, una espalda ancha y unas largas y flacas piernas. Comenzó a caminar en línea recta, con una caminata segura, pero a la vez extraña, era como si su cuerpo no se moviera en absoluto, pero de alguna forma avanzara, mi cabeza daba vueltas, estaba confundido y no me había recuperado del todo.
A medida que el viejo se alejaba, la luz también lo hacía, comencé a seguirlo en el momento preciso antes de quedar fuera de la luz que emergía de la vela.
A medida que caminábamos, el bosque iba desapareciendo, sucumbiéndose a la eterna y penetrante oscuridad, no pude distinguir en qué momento exactamente el bosque desapareció, pero de lo que estaba seguro era que la oscuridad lo había consumido completamente, excepto por la delicada luz de la vela, todo estaba oscuro.
Seguí al viejo hasta que perdí la noción del tiempo, no sabía si había caminado por horas, días o semanas, mis pies estaban cansados, mi cuerpo débil, y mi mente comenzaba a jugar conmigo. A medida que caminaba escuchaba voces, casi murmullos, como si un susurro se combinara con un ligero movimiento del viento, eran sonidos tan delicados como una pluma cayendo lentamente al suelo, apenas perceptible, pero no eran voces desconocidas, eran voces de amigos, familiares, gente conocida, o por lo menos eso pensaba.
Hasta ese momento no me había dado cuenta que lo único que escuchaba eran esos murmullos, ya no podía escuchar mis pensamientos, ni mis pasos, no sentía mi respiración. En el momento en que me di cuenta de este hecho una silenciosa lluvia comenzó a caer del cielo, no era una lluvia cualquiera, era suave, las gotas apenas tocaban alguna superficie desaparecían sin emitir el más mínimo sonido.
Era como si la existencia de cada gota de agua desapareciera en el momento que tocaban el mundo, sin emitir ruido, sin modificar ninguna existencia, como si cada gota fuera irrelevante e insignificante, con la excepción de que a mí me importaban.
Las gotas al caer en mi rostro se camuflaban con mis lágrimas y corrían a través de mis mejillas, a penas las sentía, cerré los ojos, detuve mis pies, dejé de caminar y solamente me enfoqué en las gotas que caían del cielo.
Antes de que me diera cuenta el viejo había desaparecido, la luz había dejado de existir y me había consumido completamente la oscuridad, lo único que sentía ahora era mi inerte cuerpo.
Me arrodillé en la fría y húmeda tierra, coloque mis brazos alrededor de mi cuerpo y me concentré en mí mismo, en mis pensamientos y deseos, ignorando todo lo demás. Era primera vez en mucho tiempo que pensaba solamente en mí.
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Comencé a sentir un calor interior, el frio desapareció, y las gotas que caían del cielo comenzaban a emitir ligeros ruidos al tocar el mundo, entremedio de este concierto de silencio y emoción sentí un latido de mi corazón.
De golpe abrí los ojos y me toque el pecho, ¿habrá sido una ilusión?, ¿mi mente jugando juegos de nuevo?, ¿Habrá sido real?, ¿conservaría aún un corazón latiente?, las preguntas se apresuraban a mi mente.
Me tenía que calmar, puse mis manos por sobre la cicatriz para verificar si efectivamente había sido real. Pasaron un par de minutos, y nada.
Un poco decepcionado y angustiado me levanté, al hacerlo me vi rodeado de luz nuevamente, el viejo estaba parado en frente mío con la resplandeciente vela, una vez más alejando a esa tenebrosa oscuridad que se había apoderado del bosque.
El viejo me miró con sus desolados ojos, abrió su agrietada boca, y con una voz gastada pronunció las siguientes palabras: “a veces… los árboles no te dejan ver el bosque”.
Tras escuchar esto, miré a mi alrededor, ahora la lluvia era ruidosa, cada gota emitía un sonido explosivo al tocar el suelo, al mismo tiempo reinaba una oscuridad eterna en el lugar, solamente la luz que emergía de la vela combatía la potente oscuridad.
Intenté recordar el momento en que había llegado al bosque, no sabía exactamente cuánto tiempo llevaba atrapado en ese lugar. Era cierto que cuando había llegado lo único que había visto eran árboles, nada más, como si no existiera otra cosa.
Mientras pensaba en esto el viejo dio media vuelta y comenzó a caminar nuevamente.
En este punto de la historia siento la necesidad de detenerme, de no seguir con mi cuento, de no contar mi vida ni mi muerte, de no hacerlos saber que me sucedió, o como terminé en frente de esta máquina de escribir relatando todo lo sucedido.
Miro la ventana y solo veo los copos de nieve caer, lentamente como si fueran cenizas. Luego miro mis cansadas manos. De fondo un escritorio de madera, con un montón de papeles escritos, con mi vida escrito, con mi muerte contada y con mi futuro inconcluso.
Dando un suspiro siento en mis entrañas el deber de contar lo que paso después, con mi mano izquierda tomo la taza antigua de café, la cual la llevo a mis labios y empiezo a beber del oscuro liquido, mientras me dispongo a seguir escribiendo.
Para recordar donde me había quedado leo las últimas líneas antes de mi descanso: “Mientras pensaba en esto el viejo dio media vuelta y comenzó a caminar nuevamente.”, sí, en eso me había quedado.
Decidí seguir al viejo, la oscuridad alrededor había consumido todo, por lo tanto no sabía si seguía en el bosque, mis dudas se despejaron cuando comencé a escuchar música, una melodía rítmica y bohemia, ¿una canción bailable tal vez? En esta ocasión era un hecho, esa música era real.
Capítulo II
“Pagliacci, el payaso llorón”
La música me sonaba a la de un cabaret, no distinta a la melodía de la famosa obra “Moulin Rouge”, mientras la distancia se acortaba lograba sentir un zapateo, el movimiento de una gran cantidad de personas, al estar todo oscuro no lograba divisar nada más que al viejo que caminaba frente mío, pero mis oídos no me engañaban, esa música estaba siendo reproducida en ese momento.
Cerré los ojos para concentrarme en el sonido, escuchaba violines, tambores, coros, violonchelos, bajos, voces melódicas, sonidos fuertes y despacios, notas graves y agudas, pausas y zapateos, movimiento, giros.
No todos los sonidos eran de la música sino también una serie de sonidos de copas, vestidos, puertas, conversaciones y risas, de esta serie de sonidos no logre distinguir ninguno que no emitiera alguna vibra de alegría y emoción adrenalinica.
Después de unos segundos abrí los ojos y me sorprendí al ver al viejo mirándome fijamente, como si me inspeccionara con la mirada, con sus ojos grandes me decía que había llegado la hora, que el tiempo se había acabado y que había llegado a mi destino, todo lo que ese bosque me tenía que mostrar ya me lo había mostrado y todo lo que debía sentir, lo había sentido.
Detrás del viejo estaba una gran puerta de color café oscuro, de madera, se notaba vieja por la cantidad de grietas que tenía, pero lo que más llamaba la atención era su tamaño, era enorme, de las puertas más grandes que había visto.
El viejo se hizo a un lado y estiro su brazo dándome un gesto de bienvenida, como si me invitara a entrar, observe al viejo una vez más, con su traje antiguo y bien vestido, su pelo blanco, gastado y esas bifurcaciones en su cara, que en el fondo no eran más que arrugas formadas por muchos años de existencia.
Luego miré la puerta y me acerca a ella, primero toqué la madera, la sentí con mis dedos, era áspera pero sin astillas, luego toque la manilla, una gran manilla oxidada de color dorado que se situaba en el centro de la puerta, la comencé a girar lentamente, una gota de sudor recorrió mi frente, estaba nervioso, asustado, recordé la mirada del viejo, cuando llegue lo único que quería era que esto acabara, pero ahora tenía miedo de entrar, de pasar por esa puerta, le tenía miedo a la música y a los sonidos que emergía al otro lado de esa puerta.
Giré la manilla completamente, pero antes de abrir la puerta mire su alrededor, no había otra cosa más que rojos ladrillos cubiertos de moho, seguida por la espesa oscuridad.
Coloque mi mirada al frente, me prepare para entrar, me prepare para cualquier cosa que hubiera al otro lado, después de todo, entraba solo y asustado, pero no pude evitar a su vez, entrar confiado.
Una vez dentro pude ver luces por todos lados, un ambiente de fiesta y música gobernaba el lugar, mis ojos se cautivaron en la gente, con trajes de gala antiguos y mascara de colores que apenas les tapaba el rostro.
Un hombre resaltaba en la multitud, llevaba un antifaz negro y un traje que combinaba. El viejo se me acercó y me dijo: Ese es pagliacci.
Final del primer extracto
Comienzo del Segundo Extracto
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Todas las personas bailaban de manera única pero a la vez coordinada, dando giros las largas faldas con flecos rozaban el aire como un molino de viento, de manera sutil y bella, aunque era un baile donde el hombre era el dominante, se notaba la fuerza con la que empujaban a la pareja y a su vez como la sostenían con decisión y determinación, se movían rápido y con precisión.
A pesar de que todos danzaban de manera extraordinaria Pagliacci era el más experimentado, mostraba una mezcla de técnica perfecta pero a su vez imprecisa, como si en momento se liberara como un salvaje de alta etiqueta, una especie de liberación de libido disfrazado de una elegante danza.
Pagliacci a su vez no bailaba con una pareja, sino que con muchas, era como si pudiera bailar con todas las personas de ese lugar, y a su vez bailar solo, inmerso en su propio mundo, en su propio baile de seducción.
Físicamente era como un hombre cualquiera, no era alto pero tampoco era muy bajo, estatura promedio, cabello oscuro y liso, un poco desordenado, una piel blanca que a la sombra se tornaba a un extraño color trigueño, se notaba de carácter fuerte, seguro y arrogante, claro está que esta era la opinión formada tras mirarlo físicamente, sin realmente conocerlo, pero de algo estaba seguro, a pesar de su apariencia común y su excepcional baile, ese ser llamado Pagliacci no era un ser humano.
De su persona emana un aura extraño de comodidad, seguridad y sensualidad, era inevitable fijarse en sus finos labios y en su fina nariz, sus ojos eran totalmente oscuros y profundos.
Una vez había escuchado que “los ojos son las ventanas para ver el alma”, si eso fuera verdad (cosa que dudo), podría decir determinadamente que Pagliacci carecía de alma, en esos ojos solo se veía la sombra de un interminable abismo, en ese momento no pude evitar recordar una célebre frase de Nietzsche, "Si miras durante mucho tiempo el abismo, el abismo acabará mirando dentro de ti".
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Una vez que Pagliacci notó mi presencia todo se detuvo, las personas dejaron de bailar y la música dejo de sonar, fue como si el tiempo se detuviera un momento, todo posaron su mirada en mi, en mi presencia y figura, Pagliacci sobre todo, era el que me miraba de manera más fija, sin mover un solo musculo.
No sabía cómo reaccionar, que decir, que hacer, todo era muy extraño, el ambiente de un momento se torno espeso e incomodo, de un segundo a otro se esfumo toda la alegría, todos los colores se tornaron grisáceos y me sentía sucumbido ante un millón de miradas prejuiciosas, como si esperaran algo de mí.
Pagliacci fue el primero en reaccionar, el que me sacó de ese frio ambiente tornándolo nuevamente en un espacio más acogedor, las primeras palabras que este me dijo con despreocupación y una envolvedora sonrisa, me dijo: “Bienvenido a la hermosa tragedia”.
Después de pronunciar estas palabras todas las personas rieron, todas menos yo y Pagliacci, el cual solo estaba parado enfrente mío con sus labios abiertos formando una sonrisa, y sus ojos puestos concentradamente en mí.
La música volvió y todos comenzaron a bailar nuevamente, Pagliacci se acercó lentamente, caminaba de forma refinada, como si flotara, estaba hipnotizado en la forma en que este ser se acercaba a mí, como mientras lo hacía las luces se movían a su alrededor y las sombras jugaban en su marcada silueta, era una obra de arte viviente, por un momento sentí que en esa enorme mansión solamente estábamos yo y él, solo por un momento, no sentí a nadie más que a él enfrente de mí, acercándose lentamente.
No se detuvo hasta que su rostro quedó al lado del mío, y con una voz melódica y suave me dijo al oído “estabas ciego, pero ahora podrás ver”, acto seguido me dio la espalda y se dirigió hacia la multitud, tomando a una mujer que se le cruzó por casualidad y comenzando a bailar como lo hacía cuando entré a la mansión.
No me había dado cuenta de lo cansado que estaba, todo sucedía muy rápido y sin aviso alguno, hace unos momentos estaba muriendo en un callejón, luego en un bosque y ahora me encontraba en una mansión, todo era extraño pero diferente, ¿a eso se habrá referido Pagliacci, que estaba ciego pero ahora podía ver?, mis músculos colapsaron, caí en el piso y me rendí a cerrar los ojos, no era capaz de levantarme, estaba a la disposición de Pagliacci ahora, y mientras la música seguía y todos bailaba, yo yacía en el piso, en donde en mi mente se desvanecía la música, ya no escuchaba a la gente y las palabras de Pagliacci resonaban en mi mente, tal vez, después de todo puede que tenga razón y todo esto no era más que una hermosa tragedia.
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Cuando desperté estaba en una habitación espaciosa, era enorme, me encontraba en una cama muy cómoda, llena de decoraciones y con un respaldo de madera que se notaba era de la realeza. Observé a mí alrededor, lo primero que noté era una enorme mesa de escritorio, se notaba que era antiguo pero se mantenía muy bien, era hermoso, tenía encima un lápiz de pluma y un tintero, junto con un cuaderno abierto que debido a la distancia no alcanzaba a leer que tenía escrito, toda la habitación tenía un estilo antiguo pero elegante, a pesar de que aparentaba ser algo viejo debido a lo oscuro de la madera en el piso, también había una silla cerca del escritorio y un ropero enorme en una pared, pero lo que más me llamó la atención fue una ventana con cortinas rojizas, como si fueran el telón de algún teatro, estaban cerradas por lo que no podía ver hacía afuera.
Me levanté de la cama quedando sentado en la misma, antes de que pudiera reaccionar escuche la puerta abrirse, el sonido era como el de un chirrido irritante, en ese momento entró Pagliacci. Todavía tenía puesto el traje de fiesta de la noche anterior, pero se lucía como si estuviera nuevo. Se acercó a mí caminado, no escuchaba sus paso, luego se coloco quieto a mi lado, sacó un cigarrillo de su bolsillo, lo colocó en su boca y luego procedió a sacar un fosforo de otro bolsillo.
Antes de prender el cigarrillo, mientras lo mantenía en la boca, me miró y me pregunta con una voz penetrante –“¿Realmente crees que vas a vivir para cumplir tus sueños?”. Tras decir esto Pagliacci prendió su cigarro y dejó escapar de su delicada boca una nube de humo. Luego continúo hablando – “¿Cuáles son tus sueños? Los mismos que los de todos me imagino, tener un trabajo, claro que este trabajo va a tener un jefe de mierda al cual vas a tener que aguantar, tener una novia a la cual ames y que puedas fornicar con ella cuando se te dé la gana, buena salud para poder vivir muchos años más de rutina, dinero, viajes, lujos, y luego entra por supuesto la tranquilidad, oh sí, la tranquilidad que todos esperan, bueno claro está, todos quieren una vida tranquila, sin problemas, pacifica pero no aburrida, dime, ¿estos son tus sueños?- A pesar de sus sórdidas palabras, Pagliacci se expresaba de una manera convincente, como si lo supiera todo de mí, y a pesar de usar un vocabulario tan pesado al oído, no dejaba de sonar elegante y elocuente.
En cuanto iba a responder Pagliacci comenzó a caminar nuevamente, con lo que decidí guardar silencio para ver a donde se dirigía. Se detuvo una vez más, esta vez al lado de las cortinas de color rojo, y se quedó mirándolas fijamente mientras procedía a hablar nuevamente, el cigarrillo todavía estaba en su boca, liberando humo gris. –“Los sueños de todos terminan construyendo el mundo que conoces. Los sueños, deseos y motivaciones llevan a las personas a crear y a destruir, dime ¿sabes cuánto tiempo ha pasado desde tu pequeño “accidente?”-
Me quedé en silencio, y luego negué con la cabeza, no había pensado en eso, ¿Cuánto tiempo vagué en ese bosque, en la oscuridad, sólo?
Me quedé en silencio, y luego negué con la cabeza, no había pensado en eso, ¿Cuánto tiempo vagué en ese bosque, en la oscuridad, sólo?
Luego Pagliacci abrió las cortinas rojizas de tal forma que parecía como si fuera el telón de algún teatro, listo para exhibir alguna famosa obra de teatro, pero en vez de contemplar un escenario con actores, ante mis ojos yacía el mundo exterior.
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Tras mirar hacía el mundo exterior una ráfaga de luz entró a la habitación, les tomó unos segundos a mis ojos acostumbrarse a la cegadora luz pero tras lograrlo pude contemplar el bosque en el cuál pasé un largo tiempo. Sentía que no había visto esos árboles en años, a pesar de que tan sólo el día anterior había estado vagando a través de ellos. Lo primero que me llamó la atención fue que no se percibía la oscuridad, era de día y lo único oscuro eran las sombras que generaban los árboles.
Me quedé mirando el bosque por largo tiempo, miraba los troncos de los árboles, las ramas y como estas sostenían una gran cantidad de hojas, miré las verdes hojas que colgaban, observé algunas raíces que se asomaban tímidamente del suelo, con tan sólo mirar el bosque, este parecía ser normal, como cualquier otro, pero a la vez sentía que tenía algo raro, algo distinto.
Finalmente me di cuenta, no era que el bosque fuera distinto, sino que era yo el que había cambiado. Ahora el verdor de las hojas, la luz que entraba por la ventana, los secos troncos de los árboles, he inclusive la tierra de la cual salían las raíces, todas esas cosas me molestaban.
El sol lastimaba mis ojos, como si un fuerte viento rozara mis ojos constantemente, los llamativos colores cansaban mi mirada, sentía en mi piel un ardor y en mi lengua un pesado sabor a metal y vejez. Me sentía amenazado por el mundo exterior, como si este fuera maligno y buscara hacerme daño.
No entendía mi malestar, nunca había sentido este tipo de rechazo ante un paisaje tan natural, como si mi propio cuerpo quisiera alejarse de la naturaleza, independizarse de esta y nunca tener contacto de nuevo.
Pagliacci sonrió, la escena desapareció y fue reemplazada por el telón rojo, Pagliacci había cerrado las cortinas y luego dijo –“Aún tienes que descansar, todavía ni tu cuerpo ni tu mente han asimilado todo lo ocurrido, las respuestas llegarán cuando te sientas mejor, cuando te hayas relajado y puedas mirar tranquilamente por esta ventana”.
Mi cuerpo volvió a la normalidad, la cantidad de luz en la habitación se redujo considerablemente, me volví a sentir cómodo e incluso aliviado, Pagliacci todavía con el cigarro en su boca procedió a caminar hacia la puerta, solamente podía contemplar su figura en silencio, no quería arruinar el momento con palabras y sentí que Pagliacci pensaba lo mismo, abrió la puerta y sin decir nada se fue, cerrando la puerta y dejándome sólo en la tranquila habitación.
Dirigí una vez más mi mirada a las rojas cortinas, el color me recordó a los ojos de aquél hombre que clavó un cuchillo en mi pecho, aquél hombre que me mando a este mundo, aquel hombre que mató a una mujer y a su aún no nacido bebe, aquel hombre que disfrutó cada segundo de mi muerte… si, aquel hombre al cual ya no le temo, no, ya no, he sentido el hierro de su cuchillo, el filo atravesando mi corazón, pero también he sentido la oscuridad devorarme, he sentido la soledad de un bosque, he sentido el resguardo de una vela y la voz de un hombre cuyos ojos parecen no tener fin, si, ya no le temo a aquel hombre que tomó mi vida.
Mientras miraba a la cortina y de manera casi imperceptible mi boca hizo un gesto, y de manera casi inconsciente me encontré en esa habitación, sonriendo.
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Pasé varios días en la habitación, las cortinas de color rojo permanecían cerradas y todo yacía en silencio, sentía las suaves sabanas de tela rozar mi piel de manera delicada, mientras mi mirada daba vueltas, perdida sin un punto fijo en el cual posarse.
Ocasionalmente entraba Pagliacci ha dejar una bandeja con comida, cada día aparecía con un traje distinto, limpio y elegante, con una bandeja de plata en sus manos, que contenía pan, lechuga, tallarines con salsa de tomate (o alguna otra pasta) y una copa de vino que me quemaba la garganta con cada sorbo.
Era cuidadoso al comer para no manchar nada. En todo ese tiempo no nos hablamos, tan sólo intercambiábamos miradas, era todo lo que necesitábamos hacer.
Este procedimiento se mantuvo por mucho tiempo, hasta que un día decidí acabar la rutina. Una calurosa mañana sentí las energías necesarias para salir de mi enfermizo estado, me levanté de la cama, abrí el gran armario de madera que descansaba a un costado de la pared, agarré uno de los finos trajes que descansaban en su interior y calladamente me vestí.
Para cuando Pagliacci entró a la habitación se dio cuenta que aquél niño exhausto e indefenso había desparecido, muerto, y en su lugar se encontraba un hombre, bien vestido y listo para salir al mundo. Ante esta imagen Pagliacci sonrió. Ambos sabíamos que era hora.
Me acerqué a la ventana, para correr las cortinas, pero un comentario de Pagliacci me hizo detenerme completamente.
- ¿porque ver el mundo a través de una ventana cuando puedes estar en él simplemente atravesando una puerta?
Tras decir esto cuidadosamente dejó la bandeja de plata en el escritorio y se hizo a un lado, revelando la tras de él la puerta de la habitación.
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Pasé varios días en la habitación, las cortinas de color rojo permanecían cerradas y todo yacía en silencio, sentía las suaves sabanas de tela rozar mi piel de manera delicada, mientras mi mirada daba vueltas, perdida sin un punto fijo en el cual posarse.
Ocasionalmente entraba Pagliacci ha dejar una bandeja con comida, cada día aparecía con un traje distinto, limpio y elegante, con una bandeja de plata en sus manos, que contenía pan, lechuga, tallarines con salsa de tomate (o alguna otra pasta) y una copa de vino que me quemaba la garganta con cada sorbo.
Era cuidadoso al comer para no manchar nada. En todo ese tiempo no nos hablamos, tan sólo intercambiábamos miradas, era todo lo que necesitábamos hacer.
Este procedimiento se mantuvo por mucho tiempo, hasta que un día decidí acabar la rutina. Una calurosa mañana sentí las energías necesarias para salir de mi enfermizo estado, me levanté de la cama, abrí el gran armario de madera que descansaba a un costado de la pared, agarré uno de los finos trajes que descansaban en su interior y calladamente me vestí.
Para cuando Pagliacci entró a la habitación se dio cuenta que aquél niño exhausto e indefenso había desparecido, muerto, y en su lugar se encontraba un hombre, bien vestido y listo para salir al mundo. Ante esta imagen Pagliacci sonrió. Ambos sabíamos que era hora.
Me acerqué a la ventana, para correr las cortinas, pero un comentario de Pagliacci me hizo detenerme completamente.
- ¿porque ver el mundo a través de una ventana cuando puedes estar en él simplemente atravesando una puerta?
Tras decir esto cuidadosamente dejó la bandeja de plata en el escritorio y se hizo a un lado, revelando la tras de él la puerta de la habitación.


Me gusta! Me he quedado con ganas de seguir leyendo >.<
ResponderEliminarSi tienes, tiempo, hay algún error tipográfico menr, pero nada más :)
Entretenida e inquietante historia... me gusta.
ResponderEliminarEn algún momento procederé a cambiar algunas palabras que se repiten varias veces, y a revisar la ortografía, pero por ahora simplemente estoy escribiendo desde los intestinos, vomitando toda la historia que anteriormente mi desdichado cerebro ha logrado procesar.
ResponderEliminarDe todas formas, agradezco mucho sus comentarios y preocupación, intentaré escribir más seguido para su entretenimiento.
Muchas gracias y me despido cordialmente.
D.T.
Excelente historia joven. Me gustaría leer más historias.
ResponderEliminarGracias por el grato viaje.
:)
Muchas gracias por los comentarios, debido a distintas circunstancias he tenido que mudarme de blog. Podrán continuar leyendo la historia en el siguiente link: http://balaxcabeza.blogspot.com/
ResponderEliminarSaludos